La alimentación
de los animales llamados de granja no es la más adecuada en la actualidad, por
no entrar en el estado en el que se les mantiene hasta el momento de su sacrificio.
Todo ello repercute en la salud de las personas que comen carne, una mayoría, y
es una de las causas de que cada día las enfermedades, en ocasiones graves,
surjan a edades más tempranas.
Hace
unos años, cuando los animales vivían en libertad y no hacinados desde el
nacimiento hasta la muerte, las vacas comían en prados de hierba, una hierba
rica en ácidos grasos omega 3, que pasaba a la leche que producían y más tarde
a la nata, el queso, la mantequilla o el yogur que se fabricaba con esa leche.
También
los huevos de las gallinas eran ricos en omega 3, porque se las alimentaba con
forraje (berza, trébol, col, salvia, etc.) y no con grano.
El cambio en la alimentación del ganado
Es
alrededor de 1950 cuando la demanda de carne de vacuno, y de leche y sus
derivados, se incrementa tanto que es necesario buscar otras maneras de
mantener y alimentar al ganado. Por una parte, las vacas dejaron de pastar en
libertad y se las comenzó a introducir en espacios reducidos y a alimentarlas
con soja, maíz y trigo, alimentos ricos en omega 6, pero prácticamente carentes
de omega 3. De este modo se empezó a crear un desequilibrio entre la ingesta de
estos dos ácidos grasos tan necesarios e importantes para el organismo, que
además es imprescindible tomarlos con la dieta porque el cuerpo es incapaz de
fabricarlos y es muy importante que estén equilibrados para evitar determinadas enfermedades.
Asimismo,
como ya hemos citado, las gallinas tampoco son alimentadas como hace unos años y los
huevos no tienen los nutrientes de antaño, presentando también un desequilibrio entre los omega 6 y los omega 3.
Los animales de granja y las hormonas
La
necesidad de que los animales engorden rápidamente ha propiciado que las
hormonas estén muy presentes en su triste vida, hormonas que se almacenan en los
tejidos grasos y que, en el caso de las vacas, pasan a la leche. Pero además
también se utilizan hormonas para que estos animales produzcan más leche de lo
normal, y aunque no están permitidas en todos los países, no quiere decir que no estén presentes en el vaso de leche de tu desayuno.
La salud de los animales de granja y nuestra salud
No parecemos
darnos cuenta que el destino de los animales está intrínsecamente unido al nuestro,
que la mala alimentación y las malas condiciones de vida de los animales de granja
es un factor seguro para la mala salud y las enfermedades en el ser humano.
Más allá
de que a alguien le interese más o menos el bienestar de estos animales, porque
soy consciente que a mucha gente le es indiferente, sí debería ocuparse y preocuparse
de su propio bienestar, de su propia salud. Una salud que difícilmente será óptima
consumiendo carne, productos lácteos y huevos con pocos nutrientes, con hormonas,
con medicamentos y posiblemente con otras sustancias que desconocemos.
Es obvio
que se puede optar por no consumir estos alimentos, pero esa no va a ser la opción
de la mayoría de gente.
Por lo tanto, preocuparse y ocuparse del modo de vida y la alimentación de los animales
de granja, sería quizá una manera de asegurarnos una buena salud. Exigir que estos
animales tengan una vida digna y se les alimente de manera adecuada, al margen de lo que nos importe o no su bienestar, repercutirá sin duda
en nuestra propia salud.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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