lunes, 1 de septiembre de 2025

Epigenética: tu estilo de vida deja huella en tus genes

Durante mucho tiempo se ha creído que nuestros genes eran un destino inalterable, una especie de guion biológico escrito al nacer. Sin embargo, la epigenética ha revolucionado esa idea. Hoy sabemos que nuestras decisiones cotidianas: lo que comemos, cómo dormimos, cómo gestionamos el estrés... pueden activar o silenciar genes, influyendo directamente en nuestra salud.

Diversos estudios científicos han confirmado que las modificaciones epigenéticas están estrechamente vinculadas con el desarrollo de numerosas enfermedades, entre ellas el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes.

Un ejemplo revelador es el cáncer, solo alrededor del 10% de los casos tienen un origen estrictamente hereditario. El resto está relacionado, en gran medida, con el estilo de vida: la alimentación, el sedentarismo, el estrés crónico, el tabaquismo y con exposiciones ambientales que pueden activar o silenciar genes clave en el desarrollo de la enfermedad.


El interruptor invisible de los genes


Más de cien mil genes conforman nuestro genoma, una herencia única e irrepetible que recibimos de nuestros padres. Son ellos los que determinan características como el color de nuestros ojos, nuestra estatura o si somos diestros o zurdos.

Sin embargo, no todos los genes están activos. Muchos permanecen silenciados, como si estuvieran en pausa. Algunos pueden mantenerse inactivos durante toda la vida, mientras que otros pueden activarse repentinamente y desempeñar un papel crucial en nuestra salud.

Los cambios genéticos pueden producirse en cualquier etapa de la vida, pero existen momentos especialmente sensibles en los que su impacto es mayor. El embarazo, la infancia y la adolescencia son momentos importantes, ya que el organismo está en pleno desarrollo y es más vulnerable a las influencias del entorno.

La herencia genética puede predisponer a desarrollar ciertas enfermedades, ya que esta información está codificada en nuestro genoma. Sin embargo, la epigenética ha revelado que tener una predisposición no significa un destino inevitable. Mediante una alimentación adecuada y un estilo de vida saludable, es posible apagar o silenciar esos genes, reduciendo significativamente el riesgo de que se manifiesten.


También conviene señalar que, en ocasiones, se atribuye erróneamente el carácter de enfermedad hereditaria a lo que en realidad es la transmisión de ciertos hábitos o estilos de vida dentro de una familia.

Es decir, cuando en una familia predominan hábitos alimenticios poco saludables, como el consumo frecuente de bollería, productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, es muy probable que aparezcan problemas como la obesidad o la diabetes. En estos casos, la causa no radica en la herencia genética, sino en la repetición de patrones de alimentación inadecuados que se transmiten de generación en generación.

Por otro lado, un cambio epigenético positivo puede observarse en un niño que hereda genéticamente una predisposición a la agresividad por parte de sus progenitores. Sin embargo, si crece en un entorno donde predominan la comprensión, el afecto y una alimentación equilibrada, es posible que esos genes asociados a conductas negativas permanezcan inactivos, favoreciendo así un desarrollo emocional más saludable.


Qué puede causar cambios epigenéticos


Los cambios epigenéticos, tanto positivos como negativos, pueden originarse por múltiples factores y, entre ellos, la alimentación ocupa un lugar destacado. La dieta no solo nutre el cuerpo, sino que también influye directamente en la forma en que nuestros genes se expresan.

Aunque nuestra genética nos viene dada, la epigenética nos recuerda que no todo está escrito en piedra. A través de ciertos hábitos y decisiones cotidianas, podemos influir en cómo se expresan nuestros genes, favoreciendo procesos que promueven la salud, el bienestar y la longevidad. Descubramos algunas de las claves que activan modificaciones epigenéticas positivas.


El ejercicio físico


El ejercicio físico no solo fortalece los músculos y mejora la resistencia cardiovascular, también actúa a nivel molecular, provocando cambios epigenéticos que influyen directamente en la expresión de nuestros genes. Estos cambios pueden activar genes relacionados con la reparación celular, la regulación del sistema inmunológico y la protección frente a enfermedades crónicas.


Cuando nos movemos, nuestro cuerpo interpreta ese estímulo como una señal positiva, desencadenando procesos que optimizan el funcionamiento de órganos vitales, reducen la inflamación y mejoran la sensibilidad a la insulina. En otras palabras, el ejercicio tiene la capacidad de reprogramar nuestra biología, para hacernos más resistentes, longevos y saludables.

Lo más interesante es que estos efectos no requieren entrenamientos extremos, incluso actividades moderadas como caminar, bailar o practicar yoga pueden generar beneficios epigenéticos positivos si se realizan con regularidad.


El poder de una buena alimentación


Diversos estudios han demostrado que ciertos alimentos contienen compuestos bioactivos capaces de provocar modificaciones epigenéticas beneficiosas. Un ejemplo destacado es el brócoli, rico en  sulforafano, una sustancia que puede activar genes implicados en la desintoxicación celular y en la inhibición del desarrollo de tumores.


Pero el brócoli no está solo. Frutas, verduras, legumbres, frutos secos, especias como la cúrcuma y alimentos ricos en Omega 3, también pueden favorecer la activación de genes protectores y el silenciamiento de aquellos asociados a procesos inflamatorios o degenerativos.

Una dieta variada, rica en alimentos naturales y minímamente procesados, no solo mejora nuestra salud metabólica, sino que puede reprogramar nuestra biología para hacernos más resistentes a enfermedades crónicas. En este sentido, comer bien no es solo una cuestión de estética o energía, es una herramienta poderosa para moldear nuestro destino genético.


La gestión del estrés


La gestión del estrés es uno de los pilares más poderosos para activar modificaciones epigenéticas beneficiosas. El estrés crónico, al mantenerse en el tiempo, puede alterar la expresión de los genes relacionados con la inflamación, el envejecimiento celular y el detererioro cognitivo. Sin embargo, prácticas como la meditación, la respiración consciente, el yoga o incluso paseos tranquilos por la naturaleza han demostrado inducir cambios epigenéticos que favorecen la regulación hormonal y la plasticidad neuronal.

Estudios recientes han observado que personas que practican mindfulness de forma regular presentan una mayor activación de genes antiinflamatorios y una menor expresión de aquellos relacionados con el estrés oxidativo.


Lo que apaga tus genes protectores


Así como ciertos hábitos pueden activar genes que promueven la salud, también existen conductas que favorecen modificaciones epigenéticas negativas. Estas pueden alterar el equilibrio celular, activar procesos inflamatorios, acelerar el envejecimiento o aumentar la vulnerabilidad frente a enfermedades crónicas. Vamos a señalar que factores pueden desencadenar este tipo de modificaciones.


El alcohol y el tabaco


El alcohol y el tabaco no solo afectan a órganos como el hígado, los pulmones o el sistema cardiovascular, también provocan modificaciones epigenéticas negativas que alteran la expresión de genes clave para la salud. Estas sustancias pueden activar genes relacionados con procesos inflamatorios, deterioro celular y proliferación tumoral, al tiempo que silencian los genes que protegen contra el daño oxidativo y regulan la reparación del ADN.


La carencia de vitaminas del grupo B en el embarazo


La deficiencia de vitaminas del complejo B, especialmente colina, ácido fólico, B6 y B12, durante el embarazo se ha asociado con modificaciones epigenéticas que pueden afectar negativamente al desarrollo del feto. Estas vitaminas desarrollan un papel clave en los procesos de metilación del ADN, un mecanismo epigenético esencial para regular la expresión de los genes de un modo preciso y equilibrado.

Cuando estas sustancias son insuficientes en la dieta materna, se pueden alterar los genes implicados en el crecimiento celular y la formación de órganos. Como consecuencia, los hijos pueden presentar una mayor predisposición a enfermedades cardiovasculares e incluso obesidad en etapas posteriores de la vida. Lo más relevante es que estos efectos no se deben a mutaciones genéticas, sino a cambios en cómo se activan o se silencian ciertos genes, lo que subraya la importancia de una nutrición adecuada durante la gestación como herramienta preventiva de salud a largo plazo.


Alimentos ultraprocesados en la infancia


El consumo habitual de alimentos ultraprocesados y productos de bollería en la infancia, puede desencadenar modificaciones genéticas que alteran la expresión de genes clave para el equilibrio metabólico. Estos cambios afectan especialmente a los genes que regulan el apetito, el procesamiento de las grasas y la producción de insulina, generando una predisposición que favorece el desarrollo de obesidad y diabetes de tipo 2 en la edad adulta.


Lo preocupante es que estos efectos no se deben únicamente al exceso de calorías o azúcares, sino a cómo ciertos aditivos y grasas trans intervienen en los mecanismos epigenéticos que moldean el metabolismo desde etapas tempranas. Por eso, una alimentación saludable durante la infancia no solo influye en el crecimiento físico, sino que también puede determinar el perfil genético que acompañará a ese niño duarnte toda su vida de adulto.


El Bisfenol A


El Bisfenol A (BPA) es un compuesto químico ampliamente utilizado en la fabricación de plásticos y resinas, presente en productos cotidianos como botellas de agua, envases de alimentos, latas de conserva y algunos recipientes reutilizables. Aunque su uso está cada vez más regulado, la exposición al BPA sigue siendo común y muy difícil de evitar, especialmente cuando estos materiales se calientan o se deterioran.


Diversas investigaciones han vinculado el BPA con modificaciones epigenéticas que pueden alterar la expresión de genes relacionados con el desarrollo hormonal, el metabolismo y el sistema inmunológico. Estos cambios no solo afectan a las personas expuestas, sino que también pueden influir en la salud de futuras generaciones a través de mecanismos epigenéticos heredables. En particular, se ha observado que el BPA puede interferir con los receptores de estrógenos, lo que lo convierte en un disruptor endocrino capaz de modificar la actividad de los genes. Por ello, reducir el contacto con este tipo de materiales, especialmente durante el embarazo y la infancia, es una medida preventiva clave para proteger la salud.


Tu estilo de vida marca la diferencia


La epigenética nos revela que no estamos completamente determinados por nuestros genes. Aunque todos heredamos ciertas variantes genéticas que pueden predisponernos a enfermedades como la diabetes, el cáncer o los trastornos cardiovasculares, lo que realmente marca la diferencia es cómo vivimos. El estilo de vida, es decir, la alimentación, el ejercicio, el descanso, la gestión del estrés y la exposición ambiental, tienen el poder de activar o silenciar esos genes.

Este conocimiento trasforma nuestra relación con la salud, pues podemos pasar de ser espectadores pasivos a protagonistas activos. Cada elección cotidiana, desde lo que ponemos en el plato hasta cómo manejamos el estrés, puede influir en nuestra salud de forma profunda y duradera.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados



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